Entre la frialdad de lo hermoso
aparece el color blanco que permea todo
todo lo que hasta ahora había sido gris,
verde, negro;
un olor a viento raspado de rechazo se cuela entre mis mejillas,
empalideciendo mi vestido que destiñe a chorros.
Los labios de la indiferencia injustificada
mueren en la nada y se congelan entre la niebla.
Alguna vez me encontré ilusionada entre tus suaves muecas
que girando llegaban en entrelazados obeliscos
a llenarme por completo con una corriente enfurecida
de intensidad ahogandome en extásis, ahora... silencio.
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